sábado, 26 de abril de 2014

En pretérito perfecto.

Toda la vida he creído en la estúpida idea de que todo tiene su fin. Sobre todo en las personas y todo lo relativo a ellas. En el hecho de que si aparecen en tu vida, de la misma manera se irán. Dando un portazo, saltando por la ventana o yéndose por la puerta principal amablemente. Da igual el porqué o el cómo. Y, por supuesto, siempre he creído que el final llegaba pronto. Porque estamos hablando de mí, obviamente. Y hasta a veces me adelantaba a él. Me adelantaba a las despedidas, aunque nunca me hubieran gustado. Pero, la verdad, es que tú eras la excepción en toda regla. Lo que ponía fin a todas mis creencias. Y es irónico. Pero te escribía y te sigo escribiendo en pasado. Como si me adelantara a los acontecimientos. Y nunca lo he entendido hasta ahora. 


Te escribo en pasado porque es un intento de engañar a la vida. De engañar al fin. De hacer como si no estuvieras, pero estando. Te escribo en pasado porque no quiero que termines nunca. Porque es más fácil y menos doloroso que termines en un simple papel.