domingo, 10 de mayo de 2015

Puede que lleve exagerando(te) toda la vida.


No sé qué me tiene despierto a estas horas horas de la noche. Cuando lo publique será de día, pero bah.

Te quiero a ratos, pero no te odio. Qué coño, ni siquiera sé el significado de querer y odiar. Llevo así tres años, quizá cuatro, he perdido la cuenta. Pero sé que lo más parecido a eso fuiste tú.

Voy a serte sincero: no me creas nunca cuando te escribo. Por ese mismo motivo me agradaría confesarte de que todo lo publicado en este blog - menos lo del silencio - es una absurda exageración. Escribía para que creyeras que de algún modo te quería. A mi modo. A mi modo de no saber quererte. A mi modo de no saber su significado pero de poder darle, le pondría tu nombre.





Perdona.


Eso también es una absurda exageración.




¿Me entiendes? Soy pura fachada. Todo esto es bonito porque no lo estoy pensando. Y por ese mismo motivo, no es verdad. No es que lo irracional sea falso, no quieras darle ningún significado metafórico. No sé si es una virtud saber combinar bien las palabras. En mi caso no lo es, pretendía sincerarme porque llevo una puta media hora haciéndolo en mi cabeza. El problema llega al querer poner al papel todo lo que estabas pensando. Inconscientemente doras la píldora y actúas de embellecedor.





La última frase también es una absurda exageración.



Todo el blog es una absurda exageración. ¿Sabes por qué? Porque ni siquiera sé lo que no es una exageración.


Y todo esto viene porque te volví a cerrar la puerta en las narices y lo más osado es que no me atrevo a considerarlo como un acto de cobardía.